Alimentos transgénicos
Los alimentos transgénicos constituyen el último avance en la aplicación de la biotecnología en el sector de la alimentación. Las técnicas de ingeniería genética (semejantes a las que permiten obtener la insulina humana) incluyen la transferencia de genes entre especies distintas, dando como resultado un organismo genéticamente modificado que puede desarrollar propiedades que no poseía de forma natural. En concreto la manipulación genética de los alimentos persigue conseguir alimentos que sean más resistentes a las plagas, que tengan mayor tolerancia a los herbicidas y que mejoren sus propiedades tecnológicas o nutritivas.
La aplicación de la ingeniería genética a las plantas comenzó en la década de los 80 y rápidamente se desarrollaron métodos de transformación para una amplia variedad de cosechas. Las aplicaciones más importantes incluyen desarrollar plantas con resistencia a virus, tolerancias a herbicidas, control de la maduración en frutos y cambios en la composición de hidratos de carbono y grasas.
A escala mundial se calcula que la superficie total cultivada con alimentos transgénicos con cinco organismos modificados genéticamente se multiplicó por más de 6 entre el 94 y el 97; siendo Estados Unidos, los países del sur asiático y los del sur de América los que más han aumentado su producción.
Los productos transgénicos que se comercializan en la Unión Europea son:
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Por su tolerancia a herbicidas: Soja, maíz y achicoria.
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Por su resistencia a virus: Calabacín, patatas y maíz.
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Por su resistencia a plagas: Maíz y tomate.
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Por la calidad del fruto: Tomate.
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Aceites modificados: Canola y soja.
De todos los señalados vamos a analizar como ejemplo los siguientes:
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Maíz. Es el segundo alimento más cultivado en el mundo y su mayor riesgo es ser atacado por un gusano llamado taladro que puede destruir hasta el 20% de la producción. Al maíz se le realiza una modificación genética con la que se destruyen las células del intestino del gusano en su fase de larva, sin que ello afecte al ser humano.
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Tomates y fresas resistentes a bajas temperaturas. Se modifican para que sus genes produzcan proteínas anticongelantes procedentes de pescados del Ártico.
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Tomates de textura modificada. Se modifican para evitar el ablandamiento. Con ello mejoran su resistencia al transporte, almacenamiento y las características de viscosidad de los purés elaborados con ellos.
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Aceites con perfiles lipídicamente modificados. Su principal modificación consiste en aumentar la proporción de ácido laurico obteniendo un aceite más adecuado para diversas aplicaciones en la industria alimentaria como la elaboración de repostería con y sin sacarosa.