Sobre mareas y hormigas
Asesor en el área de Psicología. Psicólogo de la Asociación Navarra de Diabetes (ANADI)
Ya se sabe (y lo sufrimos en propia carne) que la diabetes es una enfermedad francamente "pesada". Exige mucha atención, es caprichosa, demandante y requiere constancia en su cuidado.
Por supuesto, sobre quien recae la responsabilidad es la propia persona que la tiene. Pero no hay que olvidar a los otros, a esos con los que nos rozamos a diario. Así, cuanto más unido se esté, mayor será la implicación.
El otro día acudí a una marcha por la diabetes en Madrid. Bajo el slogan: “Muévete por la diabetes”, nos reunimos muchas, muchas personas. He de reconocer que estaba impresionado del poder de convocatoria que tiene la capital de España. Yo que soy de “provincias” me sentí un poco como Paco Martínez Soria en la película “La ciudad no es para mí”.
En fin, que fui uno de tantos miles que ese día caminamos por la diabetes.
Están claros los objetivos sociales de ese evento: Dar visibilidad a la diabetes, concienciar a la población sobre esta enfermedad, prevenirla hasta donde se pueda y reivindicar mejoras para sus cuidados.
Sin embargo, fui testigo de cómo, en el seno de la propia marea, se daba un fenómeno interno, casi mágico. Es el de "¡qué a gusto me encuentro entre vosotros!". Experimenté cómo me llenaba de oxígeno solidario. Pero no lo digo sólo por mí. Era algo que se respiraba en el ambiente.
Mi natural curiosidad hizo que estuviera toda la marcha con los radares de los sentidos activados al fenómeno que se estaba produciendo. Atento a cualquier minúsculo estímulo que surgiera.
Me vino a la cabeza (esa que a veces se dispara) que éramos como un montón de hormigas pertenecientes al mismo hormiguero. Cada una está afanada en su tarea. Pero cuando se encuentran, al cruzarse, se frotan las antenas y surge la complicidad.
Siempre me he preguntado qué se comunicarán en ese instante en que sus vidas convergen. No soy científico naturalista, pero creo que ese breve encuentro les ayuda a reconocerse como pertenecientes a la misma tribu y que les confirma que están en el camino adecuado para llegar a su hormiguero. Bien pueden estar intercambiándose información sobre dónde localizar la mejor comida, consejos sobre si merece la pena ir o no hasta aquel árbol, qué dificultades o peligros acechan más allá de esa roca…
El domingo pasado fui hormiga. Me sentí muy cómodo entre gente desconocida y conocida.
Alguien me explicó algo sobre el “Miau-Miau” que yo ignoraba. Por mi parte comenté con otros el efecto que tiene el alcohol. A mi lado escuché una conversación sobre tartas de cumpleaños. No sé, todo muy poco científico, pero ¡tan necesario! Todas las conversaciones eran “nivel de usuario”.
Este año el Día Mundial de la Diabetes tenía por lema “Familia y Diabetes” y he sido consciente de los miles y miles de parientes lejanos que tengo. Hoy un poco más cercanos.
Gracias a todos y cada uno de vosotros por esa experiencia tan agradable, solidaria y beneficiosa para el control de mi diabetes.
Sin duda, nos vemos en la próxima.