La propensión genética a la siesta incide en el riesgo de obesidad
Este hábito es en general beneficioso para quienes han heredado la tendencia a dormir después de comer.
Una siesta corta, de no más de 30 minutos, es beneficiosa, pero solo para quienes tienen una propensión genética a dormitar tras el almuerzo. Por el contrario, puede suponer un riesgo de obesidad en aquellas personas sin ese condicionamiento genético. Además, una siesta larga, de más de media hora, «incide negativamente en el tejido adiposo abdominal, asociándose con mayor riesgo de obesidad». Son algunas de las conclusiones que ha presentado la catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia Marta Garaulet en el XX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo), celebrado la semana pasada en Santiago de Compostela.
«Distintos estudios realizados en gemelas y mellizas han determinado la heredabilidad de la siesta; además, estudios de genoma masivo están permitiendo identificar cuáles son los genes que se asocian con la propensión a dormir o no siesta», explica Garualet. La catedrática dirige el grupo de investigación en Nutrición del Instituto Murciano de Investigación Biomédica (IMIB), que está avanzando en estos estudios. Parte de los hallazgos forman parte de la tesis doctoral de la nutricionista María Rodríguez-Martín.
El factor de la duración
De esta forma se ha podido identificar una genética de la siesta. «La siesta es beneficiosa o no dependiendo de la propensión genética que tenga el individuo: si una persona tiene tendencia genética a dormir la siesta (es decir, un 'score' poligénico elevado), la siesta en general es beneficiosa; sin embargo, para aquellos que no tienen una propensión genética, si la duermen tendrán mucho más riesgo de engordar», detalla Marta Garaulet. La catedrática recuerda el importante papel que tienen otros factores que influyen en si la siesta es beneficiosa o no, como es su duración. «Una siesta corta (de menos de 30) es beneficiosa, mientras que una siesta larga se asocia con obesidad», resume. Los mecanismos implicados en este fenómeno se encuentran en el tejido adiposo. La expresión de los genes en el tejido adiposo se aplana con la siesta, lo que produce como consecuencia un peor funcionamiento metabólico del tejido adiposo abdominal. Esto «explicaría porque la siesta larga se asocia con obesidad abdominal», aclara Garaulet.