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Niños y adolescentes   Fundación para la Diabetes

Es cosa de dos

Cuento para contarse (o no)

En mi tarjeta de presentación pone: “Es cosa de dos”. Lo pone con letras grandes, bellas, llenas de colores. Y orgulloso la enseño siempre que puedo, cuando ceno con los amigos, cuando hablo por teléfono, al llegar al trabajo… “Es cosa de dos”.

es cosa de dos

 Pero, he aquí que un día descubrí que mi tarjeta era de esas de “rasca y descubre”. Inconsciente de mí rasqué… y descubrí. 

“La diabetes de mi hijo es cosa de dos”, sí pero… de uno más que de otro.
“La diabetes de mi hijo es cosa de dos”, sí pero… uno le cuida más que otro.
“La diabetes de mi hijo es cosa de dos”, sí pero… uno pone más que otro.
“La diabetes de mi hijo es cosa de dos”, sí pero… uno la sufre más que otro.

Pararse y pensar

Imagínate mi desasosiego cuando me pregunté: “¿Quién más que el otro?”

¿quién más que el otro?

Yo que vivía tranquilo y más o menos cómodamente subido al carro de la vida… ¡Maldita conciencia! De repente me tuve que parar y pensar, ¿a quién se le ocurre?

  • ¿Es cosa de dos? –me pregunté.
  • Seguro que sí. Lo que pasa es que yo trabajo hasta tarde.

Pero resultó que ese fatídico día era sábado y yo estaba en zapatillas de casa y con tiempo para pensar (¿cómo no se me ocurrió ponerme a leer el periódico?).

  • ¿Y? –inquirí.
  • Al llegar a casa siempre le pregunto a mi mujer qué tal ha ido ese día la diabetes de nuestro hijo.
  • ¿Seguro?
  • Sí… bueno, es cierto que antes lo hacía más a menudo, pero es que confío plenamente en su criterio. Ella sabe muy bien lo qué hacer.
  • ¿Y tú?
  • Yo trabajo y no puedo ocuparme tanto como ella, pero eso no quiere decir que no sea cosa mía, ¡por supuesto que lo es!
  • Hoy que tienes fiesta, ¿de qué te has ocupado?

Lo cierto que es tuve que explicarme que claro, es ella la que mejor controla y sabe cómo ha ido la semana, cuántas unidades hay que ponerle si está por encima de 200. Yo lo sabía, pero el otro día en la revisión le cambiaron la pauta y… no me acuerdo cómo se la dejaron. ¡Cambian tantas veces que es muy difícil acordarse! 

…Pero confío plenamente en que lo va a hacer bien. 

Como no me gusta repetirme cuando me hablo a mí mismo y ya había puesto “confío” busqué otros sinónimos que fueran bien a la frase. Me inquieté cuando “confío” me llevo a “me fío”, “me encomiendo”, “dejo” y me empezaron a temblar las piernas cuando leí “me entrego” y al final quedé paralizado con el último sinónimo “ME ABANDONO”. 

¿Cómo había podido llegar a ese sinónimo? “Me abandono” golpeaba en mi cabeza y tuve que tomarme una aspirina. 

Un poco aliviado gracias al acetil salicílico, decidí llegar hasta el final. Me considero buena persona y no podía quedarme de esa manera, a pesar de que sabía que eso iba a remover muchas cosas. 

Así que volví a coger el diccionario de sinónimos y busqué “abandono”. Esto es lo que encontré: “dejar plantado, dejar en la estacada, dejar en las astas del toro, dejadez, desidia, apatía, incuria, indolencia, pereza, flojedad…”. 

Debo confesarte que no pude seguir. 

De pronto fui consciente cómo poco a poco había dejado en manos de mi mujer la responsabilidad del cuidado de la diabetes de mi hijo. El hecho de que yo dispusiera de menos tiempo, el que ella fuera tan buena madre, el que lleváramos varios años con la diabetes en casa, etc., habían ido alejándome de mi responsabilidad, sin querer, casi sin percibirlo. 

Llegaban desde mi memoria expresiones de mi mujer como: «La diabetes va a acabar conmigo»; «Lleva varios días que no hay manera de controlarla»; «Hoy mírale tú el azúcar»… 

Y algunas de mis respuestas: «No exageres»; «Tranquila»; «¿Cuánta insulina le pongo?»… 

Tenía que enfrentar la situación y hablar con ella. No había otra salida. No QUERÍA otra salida. Era mi mujer, era mi hijo y les quería. La diabetes casi había salido de mi vida, pero no había desaparecido de mi hogar. 

Pararse y hablar

Hablé con Loli (fíjate que a estas alturas de mi relato aún no había dicho su nombre) y le sugerí dejar al niño en casa de mis padres y marcharnos a comer. Yo invitaba (¡qué menos!).

he abandonado mis responsabilidadesUn poco sorprendida, pero encantada, accedió. 

Una vez elegido el menú, le empecé a contar lo que me había ocurrido esa mañana. Quise saber si ella sentía que yo había abandonado mis responsabilidades. 

Me confesó que a veces se sentía muy sola. Que racionalmente entendía que yo no pudiera dedicar tanto tiempo al cuidado de nuestro hijo, pero que en su corazón había soledad. 

También me dijo cuánto le dolía que yo le dijera que era una exagerada cuando me transmitía sus preocupaciones respecto a la diabetes y que por eso había optado por no comentarme nada. 

Durante un instante, sentí la necesidad de defenderme, utilizar argumentos como: «si no me lo dices, ¿cómo quieres que me entere?», pero supe que ese no era el camino para recuperar el “es cosa de dos” que ya empezaba a añorar. 

En vez de eso, quise saber cómo creía ella que podíamos reconducir la situación. 

Loli no me pedía que me ocupara de la diabetes al 50%. Era consciente de que cada uno teníamos un papel dentro de la familia. Pero sí me pedía que me responsabilizara de la diabetes tanto como ella. 

- “Es cosa de dos”, no quiere decir que la mitad de las glucemias las hagas tú y la otra mitad yo – me dijo –, sino que estés tan al día como yo en ese asunto. Que sepas todo lo que sé de diabetes… de nuestro hijo para que en cualquier momento puedas actuar. Que dé igual quién de los dos va a pesar las raciones de hidratos de carbono. Que sea lo mismo quién decida qué debe hacer en un cumpleaños. 

No fue agradable aquella comida. La verdad es que lo pasé bastante mal. No es grato descubrir la cruda realidad sin que tiemblen los cimientos de la autoestima. Pero sí te puedo decir que salí mucho más persona, más maduro. Y que nuestra unión cobró nuevos bríos.

Pararse y ¿cambiar?

Antes de pagar la cuenta ya habíamos acordado que yo iba a acudir a la consulta de enfermería para reciclar mis conocimientos sobre diabetes. Que iba a pedir permiso en el trabajo. 

También iba a ser yo quien tomara las riendas de la diabetes los fines de semana. 

Por último, acordamos repetir esa comida, al menos una vez al mes, para revisar cómo iban las cosas. 

Lo importante es que llegamos a acuerdos concretos. No a “filosofías” sino a pactos que se materializaban en acciones, en cosas que se pueden ver, tocar y contar.

El “es cosa de dos” se compone de actitudes y de conductas. 

Hoy, (que es sábado como aquel) después de hacerle la glucemia a mi hijo y prepararle el desayuno he vuelto a coger el diccionario de sinónimos y he buscado “compromiso”. He encontrado esto: “encargo, responsabilidad, obligación, deber, convenio…”. Siguiendo con el juego he buscado “convenio”. Esta es la lista de lo hallado: “ajuste, acuerdo, arreglo, concierto, avenencia, inteligencia, acomodo, concordia, paz, resolución, amistad…”. 

Como es último sábado de mes, Loli y yo, nos vamos a comer. Pero voy tranquilo y feliz. La diabetes de mi hijo, ES COSA DE DOS… Además le toca pagar a ella.

La quiero.

 

Sección realizada por: Iñaki Lorente Armendáriz | Psicólogo  
Ilustraciones: Lucrecia Herranz