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Niños y adolescentes   Fundación para la Diabetes

Si soy padre

Básicamente con paciencia, compromiso y comprensión, y no olvidando nunca la siguiente idea:

NUESTROS HIJOS NO SON DIABÉTICOS ADOLESCENTES, SON ADOLESCENTES CON DIABETES

Esta idea tan simple puede ser la base de todo.

Si como padres pensamos que tenemos un “diabético adolescente” estamos poniendo a la diabetes en primer lugar, como lo primordial, y conviene que sea al contrario, tener claro que tenemos hijos adolescentes, y que además tienen diabetes. Esta forma de expresión pone énfasis en que lo más importante son nuestros hijos, sin olvidar la diabetes claro, pero pensando primero en ellos y después en la enfermedad. 

Unas breves consideraciones podrían ser:

  • Favorecer el diálogo, compartir la expresión de miedos, opiniones, expectativas, etc. sin juzgar. Hemos dicho “compartir”, lo que quiere decir que si queremos que nuestros hijos se comuniquen con nosotros, los adultos debemos comunicarnos con ellos, mostrarles nuestras inquietudes en la vida, nuestras preocupaciones (no centradas en la enfermedad), y pedirles su punto de vista y orientación.
  • Del comportamiento de los padres van a depender muchas de las respuestas de los hijos
Padres que muestran Respuesta de los hijos
Sobreprotección Inseguridad y dependencia
Autoritarismo Inseguridad y/o rebeldía
Excesivas exigencias Tensión, obsesión, rebeldía, rechazo
Actitud negociadora Responsabilidad, seguridad
  • Que la comunicación sea amplia, que la diabetes no sea el único tema de conversación. Cuando llegue de un viaje o fiesta preguntar primero cómo se lo ha pasado, qué ha visto, etc. y más tarde cómo ha ido el azúcar.
  • Entender que está pasando por una fase compleja, de difícil asimilación, pero que todo pasa y vuelve a su cauce. Recordemos cuando nosotros éramos como ellos. Los desacuerdos y discrepancias son algo natural.
  • Positivización de errores. Es normal que se cometan fallos, todos lo hacemos, y están aprendiendo día a día, por lo que los fallos conviene usarlos para reflexionar sobre la situación e intentar que no vuelvan a ocurrir. Posibilidades de aprendizaje.
  • Uso selectivo de las prohibiciones, amenazas o mensajes negativos, y siempre con explicaciones razonadas. Explicar el por qué de las decisiones siempre ayudará a que el joven se implique más, y si él ha formado parte de la toma de decisiones mucho más.
  • Que ambos padres participen de la misma forma y en la misma dirección en la formación y educación del hijo. Tanto padre como madre deben estar de acuerdo en la toma de decisiones y dirigirse ambos hacia el mismo rumbo. No conviene mostrar desavenencias delante del adolescente, y si las hay se discutirán sosegada y tranquilamente para llegar a la mejor alternativa.
  • Traspaso gradual de las responsabilidades. No es conveniente pensar de un día para otro que ya son capaces de llevar a cabo todos sus cuidados y tareas de autocontrol, el proceso tiene que ser paulatino, siempre en función de las capacidades que vaya tomando y mostrando. Una vez que haya tomado una responsabilidad, ésta se mantiene y no se abandona, aunque con una supervisión periódica.
  • Entender los problemas desde su punto de vista, no sólo desde el nuestro de adultos. Escuchar sus opiniones aunque no las compartamos. Discutir y no conformarse fácilmente forma parte de una evolución correcta.
  • Ser coherentes con las exigencias y objetivos marcados. De nada sirve poner metas demasiado difíciles de conseguir, ya que crearemos frustración y no ayudará al mantenimiento de los cuidados.
  • No caer en la posibilidad de “chantaje” o “imposición” que nos puedan hacer con el uso de la diabetes. La enfermedad no puede ser una razón para educar de manera incorrecta a nuestros hijos, ni para que abusen de los padres.
  • La perfección no es posible. Es normal intentar estar lo mejor posible en todo momento, pero no conviene olvidar que es difícil mantener siempre un control óptimo. En cualquier persona es lógico tener momentos mejores y peores, y lo mismo ocurre con los cuidados y los esfuerzos en la diabetes.
  • Fases de medio relajación (“minivacaciones diabéticas” según nuestro compañero Iñaki Lorente) pueden venir bien para recargar pilas y retomar con más fuerza nuevos periodos de seguimiento y control.
  • Contactar con asociaciones de pacientes donde poder compartir experiencias con otros padres que hayan pasado por momentos similares.
  • Pedir orientación o acudir a ayuda profesional si se considera necesario. No hay ningún problema por pedir ayuda si se necesita, y en muchos casos pequeñas indicaciones pueden hacernos afrontar dificultades con mejor disposición y conocimiento. El adolescente acudirá a consulta profesional en este sentido sólo si él lo desea, y tras unas sesiones iniciales de toma de contacto que le sirva para decidir.
  • Muy importante, felicitar y premiar el esfuerzo, no sólo los resultados. Si nuestro hijo o hija se esfuerza, muestra interés, pone todo lo que puede y más, lo tendremos que felicitar independientemente de los resultados o logros obtenidos. Si estos son positivos, mejor, pero nos fijaremos sobre todo en su esfuerzo.
  • No olvidar que a pesar de sus intentos de distanciamiento y a veces actitudes agresivas, el joven necesita la cercanía y disponibilidad afectiva de los padres.

“Educar a un niño es como sostener en la mano una pastilla de jabón. Si aprietas mucho sale disparada, si la sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme la mantiene sujeta”. 

 

Sección realizada por: Francisco Javier Hurtado | Psicólogo clínico  
Ilustraciones: Lucrecia Herranz