Una terapia aparcada durante un siglo se convierte en alternativa para la obesidad o la diabetes
Los fagos, virus que infectan a bacterias, pueden ser útiles para reparar los desequilibrios en la microbiota detrás de la depresión o el colon irritable.
Se duda si los virus son seres vivos, pero hay certeza sobre su protagonismo en la vida terrestre. Estos entes diminutos, que hacen parecer descomunal a una bacteria microscópica, parecen muy simples: un pedazo de material genético encapsulado en proteína que secuestra las células de otros seres vivos para ponerlas al servicio de su reproducción. Se calcula que los virus del mar aniquilan el 20% de los microbios del océano cada día y que renuevan todo el fitoplancton del planeta en una semana. En ese proceso de destrucción y renovación celular, según un artículo publicado en Science Advances, se liberan en todos los océanos alrededor de 140 gigatoneladas de carbono al año, casi cuatro veces más que la quema de combustibles fósiles. Esos reguladores de la vida también desempeñan un papel similar en el organismo humano. En cada uno de nosotros hay más de 10.000 especies de bacterias, un ecosistema en equilibrio que nos mantiene sanos y que los virus conservan. Aunque, hace un siglo, los bacteriófagos se emplearon para combatir infecciones bacterianas como la peste bubónica o el cólera, el éxito de los antibióticos a partir de la década de 1930 relegó la solución viral a las enfermedades contagiosas en casi todo el mundo, manteniendo su prestigio, principalmente, en la Unión Soviética. En los últimos años, el aumento de las resistencias bacterianas ha devuelto el interés a los fagos, que ya han salvado a pacientes desahuciados.
El renacimiento de los virus matabacterias ha supuesto que también se valore el potencial de estos seres como reguladores de la salud humana. En un artículo que publica hoy la revista Science, un grupo de investigadores del laboratorio de Eran Elinav, en el Instituto Weizmann (Revohot, Israel), plantean las posibilidades de los fagos para tratar enfermedades no infecciosas. El cáncer, la obesidad, la diabetes o los trastornos neurológicos se ven influidos por desequilibrios en la población de bacterias que nos habitan, y los fagos pueden ser una herramienta para restablecer el orden. Elinav y su equipo ya realizaron un estudio en el que probaron que una terapia de fagos administrada oralmente para tratar a ratones con intestino irritable era capaz de controlar en ratones una cepa de la bacteria Klebsiella pneumoniae y aplacar los síntomas de la enfermedad.