Los motivos para sonreír de dos personas con diabetes
La esperanza de vida de una persona con diabetes tipo 2 es prácticamente la misma que la
de la población general. Convivir con esta enfermedad crónica no tiene por qué ser sinónimo
tampoco de una mala calidad de vida. Enrique Valdeón y María Rasal son un ejemplo. Fueron
diagnosticados hace más de una década sin que hasta ahora hayan desarrollado ninguno de
los efectos en la salud que aparecen cuando la diabetes se detecta tarde y no existe un
cambio en los hábitos de vida que la provocaron.
¿dieta o pastillas? Y él, sin más, contestó: pastillas. Empezó tomando una, un lustro después
necesitaba tres y cinco años más tarde cuatro. Al jubilarse, con 60 años, es cuando empatizó
con la enfermedad y fue consciencia de lo que entrañaba. “Hay mucha gente que no la
conoce. Si no te cuidas, te come lentamente”. Conoció la Asociación de Diabéticos de
Salamanca y participó en el programa Pacientes Activos de la Junta de Castilla y León. “Nos
dieron un curso de una semana para luego impartirlo a otros enfermos. Entonces fui
consciente de que mi futuro dependía, sobre todo, de cómo me cuidara”.
Enrique ejerció como profesor de educación física, pero casi toda su vida se dedicó a labores
de dirección. Poco ejercicio y escaso control en las comidas, muchas de ellas fuera de casa,
le condujeron a la enfermedad. No presentaba secuelas, pero el estrés, el sobrepeso y el
descontrol de horarios minaban su salud: sudoraciones, cansancio, problemas de sueño… Con
precisión profesoral califica su salud antes del diagnóstico con un cuatro, y 16 años después
asegura que “la nota sería un ocho porque incluso me han desaparecido las goteras que tenía
antes de los 50 años”.
La experiencia de Enrique, como la de otros muchos enfermos, no es un milagro, sino la
consecuencia de los cambios en los hábitos de vida que introdujo. Una finca de 6.000 metros
cuadrados que tiene en Salamanca le ha ayudado a practicar ejercicio físico regular y a
hacerlo divirtiéndose. “Cultivo tomates y tengo 56 especies de árboles, desde secoyas hasta
manzanos, ciruelos o membrillos, Y los mejores pájaros de la zona, que dan buena cuenta de
parte de la cosecha”