Menos rendimiento académico, obesidad y diabetes: los peligros detrás de los horarios escolares
Tiene consecuencias en la conciliación, en la equidad, en el rendimiento académico, en el descanso de nuestros hijos y hasta en la posibilidad de desarrollar obesidad o diabetes tipo 2. El debate sobre los horarios escolares y, concretamente, la adopción de la jornada continua o partida no es nuevo. El problema es que no ha sido una prioridad para los gobiernos de turno y que, a la hora de elegir una u otra, no se
ha echado un vistazo a lo que la ciencia dice sobre el tema.
Ahora, la Consejería de Educación de Cataluña va a celebrar una jornada con expertos en sueño, nutrición, etc. para llevar a cabo una reforma horaria en los centros, informa Esther Armora. La consejería evaluará propuestas como la de la Fundación Jaume Bofill, que pretende una auténtica revolución en las aulas. Propone en Secundaria, para reducir la enorme carga lectiva existente, que los descansos sean considerados actividad educativa; que las clases de guitarra o piano realizadas fuera de la escuela también cuenten en la nota y que, «el horario del comedor, tanto en Primaria como en Secundaria, como sucede en Finlandia, forme parte del espacio curricular y sea más corto, de una hora y media, como en Francia, Italia o Portugal, y no de tres como hacemos en España», explica Elena Sintes, jefa de proyectos de la fundación.
La misma idea defiende el profesor de Sociología la Universidad de Valencia, Daniel Gabaldón en su «Guía sobre tiempos escolares» del año 2016, en la que hace una fuerte crítica la jornada continua: «No es extraño en nuestro contexto europeo que las comidas se hagan en el centro y en compañía del tutor (...) donde los estudiantes aprenden sobre higiene, hábitos alimenticios saludables y reciclaje de residuos. No es cierto, por tanto, como se ha venido aireando de manera interesada, que la jornada continua sea el modelo imperante en Europa. Ni siquiera el alumnado finlandés de primero de primaria que asiste a clase de 8 a 12 se va a casa sin comer, pues en esas escasa 4 horas dedican casi una a comer con su tutor una comida que, por cierto, está sufragada por la administración pública».
Tanto Sintes como Gabaldón son férreos defensores de la jornada partida. La primera, realizó en 2012 el informe «A las tres en casa» que concluía que «no hay evidencia de que la jornada continua mejore el rendimiento académico ni que tampoco sea mejor en términos de conciliación familiar. Además, tiene un tercer handicap: agrava las desigualdades porque deja las tardes vacías para el alumnado cuyas familias no tienen
posibilidades económicas para complementar la actividad lectiva con las extraescolares», explica Sintes a ABC.
«Son los niños de la llave, están solos. Lo ideal sería que los centros asumieran las extraescolares y no que sean de pago», añade Francisco López Rupérez, expresidente del Consejo Escolar del Estado y director de la cátedra de políticas públicas de la Universidad Camilo José Cela. «El gran argumento de los defensores de la jornada continua suele ser la conciliación, no la igualdad. La escuela es un factor igualador, si los “sueltas" antes, más desigualdad se genera», añade el catedrático de sociología de la Universidad Complutense, Mariano Fernández Enguita.
Qué dicen los padres Los padres (la gran mayoría no dispone de jornada intensiva) ven (ahora) más opciones en la partida. «La continua ocasiona un sobrecoste a las familias que tienen que pagar actividades extraescolares por la tarde, además de que se les meten demasiadas horas y los expertos dicen que rinden menos. Por si todo esto fuera poco, llegan a comer a casa demasiado tarde», explica Leticia Cardenal, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA).