El «shock» de ser madre de una niña con diabetes
“Afortunadamente encontré el sentido de mi vida con la diabetes, porque pude poner una asociación y estoy ayudando a más gente”, dice hoy con orgullo Ruth Vélez, pero hace ocho años estos no eran los pensamientos que pasaron por su mente cuando se enteró que su hija Renata tenía diabetes tipo 1.
La diabetes ha ganado terreno en México. Nuestro país encabeza la lista de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de acuerdo con el reporte “Health at a glance 2017”, ya que 15.8% de los mexicanos que tienen entre 20 y 79 años tienen este padecimiento.
Existen dos tipos de diabetes: la tipo 1 que aparece generalmente en la infancia o la adolescencia y se presenta cuando el páncreas produce poco o nada de insulina, y la tipo 2 que puede registrarse a cualquier edad y da porque el cuerpo no puede procesar de manera correcta la glucosa en la sangre.
Aunque se sabe mucho sobre esta enfermedad, uno de los aspectos menos analizados es el impacto emocional que genera tanto en el paciente como en su familia, más cuando es un niño quien tiene diabetes, como en el caso de la familia Cuéllar Vélez.
Cuando Renata tenía 10 años debutó en diabetes tipo 1 y desde entonces todo cambió en su hogar. Fue como empezar de nuevo, ya que tuvieron que modificar su estilo de vida, aprender todo lo necesario sobre esta enfermedad crónico degenerativa y sobrellevar los altibajos que conlleva.
“Saber que mi hija tenía diabetes fue muy abrumador para mí, me sentí muy triste, muy enojada, empezamos a pensar por qué a mí; sin embargo, era más importante aprender todo lo que teníamos que saber para su tratamiento que deprimirme”, afirma Ruth Vélez, quien desde hace ocho años ha acompañado a Renata en esta batalla.
Renata, delgada, de cabello largo y piel apiñonada, es una joven sonriente que disfruta de la vida. Ella relata que quizá por el shock que sintió, bloqueó algunos momentos de cuando se enteró que tenía diabetes.
“Lo que sí me acuerdo, poquito después, como al año, fue que me empecé a enojar mucho, me puse triste, me frustré. En particular estaba muy enojada, en general, mi humor era horrible, estaba muy enojada con todos y por todo”, dice.
Estuvo en esa etapa seis años aproximadamente, «duré bastante, hasta el año pasado o antepasado fue cuando empecé ya a asimilarlo. Yo creo que por la misma edad, ya que agarras madurez, entiendes más las cosas y aprendes”.
Gisela Ayala Téllez, directora ejecutiva de la Federación Mexicana de Diabetes A.C., explica que cuando se da un diagnóstico relacionado con una enfermedad que es incurable, esta palabra llegó para quedarse, lo que da pie para que la persona y sus seres queridos vivan un duelo, el cual incluso es deseable, ya que es el punto de partida para reorganizarse física y mentalmente que hasta llegar a la aceptación.
“La aceptación es cuando tú dices: ‘vivo con diabetes y hago lo necesario, voy a aprender lo que tenga que aprender, voy a cambiar mi estilo de vida para poder manejar mi condición. Cuando estás en ese momento es cuando la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Diabetes han identificado que es el mejor momento para que el paciente pueda apegarse al tratamiento”, enfatiza.