Hidratos de carbono: cuáles debes comer (y los que engordan)
1977 lo tenían muy claro y así lo explicaban en todas las guías clínicas: si comías grasa, engordabas y enfermabas. La evidencia de que las grasas saturadas hacían que se dispararan los niveles de colesterol y su asociación con un mayor riesgo de padecer problemas cardiovasculares hizo que el mundo se lanzara a recomendar que comiéramos las menos posibles, especialmente si existían problemas de sobrepeso. Y gracias a ello llegó el 'boom' de los alimentos 'light' y el 0% grasa, pero, paradójicamente, las cifras de obesidad y enfermedad cardiovascular siguieron aumentando.
¿Qué se descubrió después? Pues que quizá el que parecía el malo de la película no era tan malo como se había creído, que no todas las grasas eran iguales y que las hay, incluso, que protegen nuestra salud, la del corazón incluida. La parte positiva de tanta investigación es que ahora tenemos más claro qué tipo de grasa hay que poner en nuestra despensa (¿o es que alguien duda todavía de si es más sano el aceite de oliva virgen extra o el aceite de palma?).