«Darle el riñón a mi hijo es lo que tenía que hacer»
Cuando Alberto tenía solo 5 años, le fue diagnosticada una diabetes. «Mientras fui pequeño, cuidé la alimentación, bueno me la cuidaba mi madre», recuerda mirándola con cariño. Pero a partir de los quince, cuando la adolescencia dispara la rebeldía, empezó a no cuidarse y «eso tuvo consecuencias».
Alberto sufría una nefropatía diabética y un día, de repente, los médicos le dijeron que tenían que ponerlo en espera para un trasplante de riñón. Aurelia, Lelu, su madre, no lo pensó. «No esperaba que eso ocurriera, pero instantáneamente decidí donárselo".
El primer obstáculo, el de hallar un donante, estaba superado. El segundo fue iniciar un tratamiento para que los médicos pudieran implantar a Alberto el órgano de su madre, que tiene, «o tenía», como bromean, un grupo sanguíneo diferente. «No solo tuve que someterme a la plasmaféresis, tratamiento habitual en esos casos. Debido a algún otro problema los médicos acabaron suministrándome otro tratamiento que viene de los países nórdicos. Tuve mucha suerte de estar aquí en Galicia porque en otras comunidades, eso no lo ponen. Es muy caro, cuesta unos 3.000 euros cada aplicación y me la ponían cada dos días. Hay que estar agradecido por lo que tenemos aquí», dice.