La revolución de la diabetes cumple 100 años
La diabetes era ya conocida por los antiguos egipcios, pero hasta hace un siglo la ciencia no tuvo una respuesta adecuada para las personas que tenían esta dolencia. Hasta entonces, el único tratamiento al que los padres de niños y niñas con diabetes podían recurrir eran estrictas dietas con las que se intentaban reducir los picos de glucosa en sangre. El problema en este caso era que estas dietas eran tan restrictivas que provocaban una severa desnutrición, por lo que la esperanza de vida de los niños y niñas con diabetes tipo 1 era muy corta.
Hacia finales del siglo XIX, los investigadores alemanes Oskar Minkowski y Joseph von Mering descubrieron a través de ensayos en perros que aquella enfermedad guardaba una estrecha relación con el páncreas, pero todavía no estaba muy claro cuál era. Hubo que esperar algunos años, concretamente hasta 1921, para que Frederick Banting, Charles Best, James Collip y John Macleod lograsen aislar la molécula de la insulina a partir de páncreas de animales, abriendo las puertas a la mayor revolución que ha vivido esta enfermedad. La diabetes estaba a punto de dejar de ser mortal de necesidad para convertirse en una enfermedad crónica con la que se pudiese convivir.
En 1922 en Canadá, el joven de 14 años Leonard Thompson, que en ese momento pesaba tan solo 29 kilos, se convirtió en la primera persona en recibir inyecciones de insulina; pero su comercialización tendría que esperar un poco más, ya que la compleja logística y los elevados costes complicaban la producción a gran escala. En 1923 arrancó la venta de los primeros frascos de insulina en Estados Unidos y se lograron los permisos para producirla en Alemania, Dinamarca y Austria. Así, la diabetes pasó a ser una enfermedad, aunque no curable, al menos sí tratable; lo que supuso una gran esperanza para pacientes y familias. Este mismo año, August y Marie Krogh importaron la técnica de extracción y purificación de la insulina desde Canadá a Dinamarca y comenzaron a fabricarla bajo la empresa Nordisk Insulin Laboratorium.
Progresivos avances
Estas primeras fórmulas de insulina eran muy limitadas y suponían que una persona necesitase varias inyecciones diarias, incluso durante la noche. Los investigadores vieron que era necesario desarrollar insulina capaz de mantener su efecto durante más horas, de forma que se pudiesen espaciar las inyecciones y los pacientes ganasen libertad y calidad de vida.
En la década de los 40, aunque todavía se encontraban inmersos en investigaciones para lograr comprender la relación entre los niveles de glucosa en sangre y las complicaciones que la diabetes podía acarrear a los pacientes, Hans Christian Hagedorn logró obtener por primera vez insulina de acción prolongada (NPH). Más tarde, a mediados de los 50, se crearon las primeras insulinas con diversos rangos de perfiles de acción en el tiempo. De esta manera, las dosis de insulina eran más flexibles y podían ajustarse a las necesidades de los pacientes. Por ejemplo, inyectar la insulina necesaria en función de la comida que fuesen a tomar, o recibir insulina de acción lenta para la noche.
Sin embargo, aún había mucho que mejorar. Al extraerla de animales, la insulina era impura y esto podía provocar efectos adversos y reacciones alérgicas, así que durante muchos años los laboratorios trabajaron para mejorar la eficacia y la adecuación de la insulina. Finalmente, en 1982 lograron crear la primera insulina monocomponente humana, es decir, una insulina idéntica a la producida de forma natural por el cuerpo y que, además, podía producirse ilimitadamente.
Paralelamente, también se trabajaba en el desarrollo del glucómetro para medir el nivel de glucosa en sangre y en las mejoras a la hora de administrar la insulina para hacerla más sencilla y que los propios pacientes pudiesen tener un mejor control a la hora de aplicársela. Las plumas de insulina precargadas que ahora conocemos y las bombas de insulina se generalizaron en los años 80 y desde entonces hacen la vida de los pacientes mucho más fácil, ya que permiten que cada persona se administre la insulina fácilmente cuando y donde lo necesite.
Mirando hacia el fututo
Por otra parte, en las últimas décadas se han ido introduciendo los análogos de insulina, nuevas generaciones de tratamientos que se mimetizan mejor con la producción natural de insulina y son cada vez más adaptables, bien por tener una acción muy prolongada que permita reducir el número de inyecciones, o bien por tener una acción más rápida, de forma que los pacientes no tengan que planificar tanto sus comidas.
Pero, y en la actualidad, ¿cuáles son los principales avances? La ciencia es compleja y desde luego sus avances no son lineales. Uno de los aspectos en los que se viene trabajando es la creación de un tratamiento oral con GLP-1, una hormona que se produce en el intestino y que ayuda a la creación natural de insulina. Este nuevo tratamiento podría ser un motivo de alegría para muchas personas con diabetes que tienen rechazo o incluso fobia a las inyecciones.
Aunque los tratamientos y la calidad de vida de las personas con diabetes han mejorado notablemente en las últimas décadas, el número de pacientes no para de crecer. De hecho, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en 1980 había 108 millones de personas diabéticas en el mundo, mientras que en 2014 esa cifra alcanzó los 422 millones de personas. En esta línea, se estima que, para 2045, 1 de cada 9 personas tendrán diabetes tipo 2. Además de los factores genéticos, detrás de este aumento se encuentran la mayor esperanza de vida y cambios en los hábitos relacionados con la dieta, la actividad física, el peso corporal o el tabaco. Mientras tanto, laboratorios y profesionales continúan trabajando para encontrar mejores terapias y, quién sabe, una posible cura.