El pensamiento traicionero
Asesor en el área de Psicología. Psicólogo de la Asociación Navarra de Diabetes (ANADI)
INTRODUCCIÓN
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Recuerdo desde muy pequeño haber escuchado a mi madre recitar esos versos. Por supuesto que por aquel entonces desconocía su autoría, pero siempre los he creído certeros y cabales.
Siendo adolescente, quise someter esa afirmación a una prueba empírica y constaté su veracidad. Eso me impresionó aún más.
En aquella ocasión probé a ajustarme las gafas de sol setenteras de mi madre a través de las que se veía todo marrón. También me calcé las que me protegían de la excesiva luminosidad de la nieve cuando iba al monte, mucho más oscuras. Ya puestos, le pedí a mi abuela, bastante miope, que me prestara las suyas con las que todo se tornó borroso.
La conclusión a la que llegué fue que Ramón de Campoamor había dado en el clavo: El paisaje era el mismo, pero como yo lo percibiera estaba subordinado a las gafas que llevara puestas.
Muchos años después, ya en la universidad, estudié a diversos autores que, no sólo explicaban este fenómeno, sino que aportaban propuestas para la mejor gestión de eso que percibimos.
Por último, quisiera compartir contigo, otro hecho más de mi vida. Yo estudié la carrera en San Sebastián. Una ciudad muy bella pero donde el Xirimiri (una lluvia fina y persistente) es protagonista. Con frecuencia me gustaba salir a pasear y dejar que esas pequeñas gotas mojaran mis lentes. Recuerdo lo agradable y divertido que era mirar la luz de las farolas y verlo todo distorsionado. Disfrutaba porque era muy consciente de que el mundo real no era tal y como yo lo veía, sino que jugaba con la percepción que estaba teniendo del mismo.
Traigo a colación estas anécdotas como introducción a lo que quisiera compartir contigo en este texto: La realidad que vivimos importa (¡faltaría más!) pero lo que determina nuestros sentimientos está más relacionado con cómo la percibimos.
En el mundo traidor (... de la Diabetes)
Al igual que Campoamor, la diabetes también, en ocasiones, me hace sentirme dolido con el mundo. Me imagino que tú también lo habrás experimentado. Por suerte esta situación, aunque frecuente, es temporal (al menos en la mayoría de los casos).
Cuando se convive con una patología crónica hay que sortear obstáculos que pueden zancadillear la vida. En otros lugares ya he descrito ampliamente las trampas que nos pone la diabetes en nuestro discurrir y que, algunas veces nos hace dar con los huesos en el suelo.
No voy a describirlas todas, pero sí quisiera mencionar dos o tres ejemplos que pueden ilustrar mis argumentos:
- La imposibilidad de curación (al menos de momento).
- La dificultad para mantenerla a raya a pesar de nuestros esfuerzos.
- El llegar a la conclusión errónea de que, como no duele, no será tan grave.
Son trampas en las que es fácil caer, ¿verdad?
Nada es verdad ni mentira
Todo es relativo.
Las situaciones objetivas no aportan emociones, sino hechos. Solamente cuando esa realidad es procesada por la persona, cobra vida, tiene alma. Hasta entonces sólo es una fotografía aséptica.
Por ejemplo: “Tengo diabetes”. Esa es la realidad. La mía y posiblemente la tuya si estás leyendo esto. Por sí solo, no dice nada. Adquiere su verdadero sentido cuando la califico. Cuando le agrego mis ingredientes particulares, cuando la aderezo. Y esto es muy personal.
No expresa lo mismo decir: “Es un fastidio tener diabetes” que “es incómodo” o “es una catástrofe” o “es angustiante”, “es una cosa más” o…
Por eso, quizás pueda sorprenderte cómo se la toman otros (para bien o para mal) respecto a cómo la percibes tú.
Es más. Cada uno según las circunstancias, dibujaremos el tener diabetes de una manera u otra.
Entiéndeme, no es que diga que no importa tener diabetes. Por supuesto que importantísimo, pero, en mi opinión, cómo interpretes el hecho de tenerla, determina mucho más el estado de ánimo y las conductas.
Todo es según el color del cristal con el que se mira
Muchos autores han estudiado las distintas cogniciones que hacen que alguien perciba lo que ocurre de una u otra manera. Se han clasificado, descrito, estudiado.
Mi intención con este texto no es el de enumerarlas, sino el de compartir contigo el hecho de que existen y de que están influyendo en tu forma de vivir con tu diabetes. Lo que pretendo es que te mires al espejo y descubras el color que tienen las lentes que llevas puestas.
Es cierto que la realidad es que tienes que llevar gafas. La realidad es que tienes diabetes. No puedes obviar este “detalle” si quieres transitar por la vida sin tropezar demasiado.
En este sentido, algunas personas me comentan: “Si no tuviera diabetes, todo sería mejor”. Mi opinión es que quedarse anclado en algo que no se puede cambiar, es arrojar piedras sobre el propio tejado. No conviene centrarse en ello, sino en lo que sí se puede hacer para vivir más plenamente llevando gafas, es decir, teniendo a la diabetes como compañera.
Por eso, te invito a interrogarte si los cristales que están en la montura están bien graduados y si son del color que más te ayuda. En caso contrario, esfuérzate por cambiarlos.
Por si quieres profundizar más en esta idea, te diré que se ha escrito mucho sobre ello. Un libro bastante práctico (aunque no específicamente para diabetes) es el que escribió Ramiro J. Álvarez titulado “Para Salir del Laberinto” (ed. Sal Terrae. 2006).
Quisiera acabar con una cita de Lin Yutang (escritor chino del siglo pasado): “La mitad de la belleza depende del paisaje y la otra mitad del hombre que lo mira”.