Ejercicio y Diabetes Mellitus Tipo 1
Especialista en Endocrinología del Hospital Clínico de Madrid. Asesor de la Fundación para la Diabetes.
Nadie cuestiona hoy en día que el ejercicio es una parte integral del tratamiento de la diabetes tipo 2, junto con la dieta y la terapia medicamentosa. De hecho, y desde hace varios años, la Asociación Americana de Diabetes (ADA) recomienda para toda persona con diabetes tipo 2 que no tenga contraindicaciones practicar deporte a un nivel alto, en concreto al menos 150 minutos por semana, repartidos entre “la mayor parte de los días de la semana”, de ejercicio aeróbico a una intensidad del 50-70% de la frecuencia cardiaca máxima, junto con ejercicio anaeróbico de resistencia 3 días por semana.
Respecto a este último tipo de actividad, se sugiere hacer 3 series que impliquen a los grandes grupos musculares (dorsales, pectorales, bíceps,…), con un peso que permita hacer 8-10 repeticiones en cada serie. El nivel de evidencia que apoya estas recomendaciones es el A, es decir, el máximo, avalado por estudios que han dado resultados con una elevada significancia estadística.
Muchas de las personas con diabetes tipo 2 pueden incluso prescindir del tratamiento medicamentoso gracias al ejercicio.
Sin embargo, las cosas no están tan claras en pacientes con diabetes tipo 1. Las ventajas son menos evidentes, entre otros factores porque el aumento de sensibilidad a la insulina asociado con la actividad física tiene menos importancia en la diabetes tipo 1 que en la 2, donde la resistencia a la insulina desempeña un papel primordial.
A pesar de lo anterior, no podemos olvidar que las complicaciones que caracterizan a la diabetes, tanto a la 1 como a la 2, son producidas por alteraciones circulatorias. Por tanto, todo lo que signifique mejoría de la situación cardiovascular va a suponer una ventaja para el paciente. En un diabético tipo 1 el ejercicio permite un control similar con dosis más bajas de insulina (no olvidemos que dosis elevadas de la hormona producen aumento del peso, lípidos y tensión arterial), de modo que la persona que practica deporte puede mejorar su situación de bienestar y controlar mejor sus factores de riesgo cardiovascular. También hay que tener en cuenta que la mayoría de pacientes con diabetes tipo 1 están en una mejor condición física, lo que facilita que el ejercicio sea vigoroso y los beneficios más acusados.
Muchas veces el no recomendar ejercicio a las personas con diabetes deriva del hecho de que los ajustes en el tratamiento habitual pueden ser complejos y a veces el propio médico encuentra difícil el ajustar las dosis y la toma de hidratos de carbono a la práctica de deporte. Aunque es verdad que hay estrategias que facilitan los ajustes, como hacer el ejercicio a la misma intensidad y a la misma hora, no podemos olvidar que la inmensa mayoría de los tipo 1 están tratados con pautas tipo bolo/basal, que facilitan el adaptar el tratamiento al ejercicio. Existen algoritmos para modificar las dosis de insulina y la toma de hidratos de carbono en función del tipo de deporte, duración e intensidad del mismo, hora a la que se practica y tipo de insulinas que se inyecten. Por supuesto, cada paciente es diferente y cuando se comienza a practicar un deporte conviene comenzar con sesiones cortas y suaves e ir aumentando intensidad y duración de manera paulatina tras observar la respuesta de cada individuo.
Lógicamente, hay que evitar hacer ejercicio cuando la glucosa está por encima de 300 mg/dl o de 250 si hay cuerpos cetónicos. También hay que respetar las contraindicaciones que se derivan de la presencia de ciertas complicaciones como la retinopatía, que contraindica el ejercicio muy vigoroso y el de resistencia, la neuropatía periférica grave, situación en la que es preferible practicar deportes que no supongan una carga excesiva sobre las extremidades (natación, ciclismo), neuropatía autonómica (hay que hacer un estudio cardiológico exhaustivo antes de comenzar con el ejercicio) , nefropatía avanzada (aunque no todos los autores consideran que la alteración renal represente una contraindicación).
En definitiva, y respetando las contraindicaciones comentadas, los mayores expertos mundiales y las Sociedades Científicas más prestigiosas, como la anteriormente citada ADA o las Asociaciones Americanas de Cardiología y de Medicina del Deporte, respaldan el que los pacientes con diabetes tipo 1 hagan deporte. Aunque en algunos casos introduzcan un mayor grado de complejidad al control metabólico de sus glucemias, los beneficios superan a los riesgos con un nivel de evidencia elevado.
Bibliografía:
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