Una historia personal para el día Mundial contra la Diabetes
Hace ya 17 años, y de forma casual, una compañera de trabajo supo dar explicación a lo que me ocurría en mi vida diaria. Iba con mucha frecuencia al lavabo, no conseguía descansar, tenía sed de forma continuada, etc. Por lo que llegó a la conclusión de que podía padecer diabetes.
Una simple prueba dio como resultado 265, sí 265, y yo sin comprender lo que significaba, pues pregunté, ¿esto es mucho? Fácil la respuesta, mucho no, muchísimo.
Gracias a la perspicacia de mi compañera acudí al endocrino, el cual tras otras sencillas pruebas determinó que padecía Diabetes Mellitus, y que a partir de ese día debería incorporar nuevas rutinas a mi vida.
Para mí, que soy un cocinillas, y que si estaba gordo, creía, no era por enfermedad, sino por comer, se me acabaron algunas de las cosas que hacía hasta entonces. No sólo era un buen comedor, también era muy laminero, como decimos por Aragón. Inicialmente se podría pensar que las nuevas circunstancias se podían considerar un cambio “dramático” en mi vida, pero nada más lejos de la realidad. Gracias a los buenos consejos del doctor, y de las enfermeras, aprendí las rutinas que debía incorporar desde ese momento a mi vida, y aprendí a convivir con la nueva situación, pero sin dramatismos ni otros problemas.